Alergia: ¿nos«curan» desde fuera o «sanamos» desde dentro? Segunda parte

El doctor Bach distinguía entre la «intolerancia» o rechazo hacia otro ser humano y la «intolerancia» hacia la vida o a estar en el mundo. No todas las personas de carácter «intolerante», en esencia, desarrollan una alergia, ni todas las personas que responden de forma «alterada» ante estímulos en apariencia inofensivos son «intolerantes» con los demás. Es un asunto más sutil o complejo, aunque a veces coinciden los dos factores en la misma persona, que manifiesta intolerancia, incluso, hacia ella misma. Digamos que ambos, los «intolerantes sociales» y los «intolerantes vitales», comparten la experiencia de sentir el mundo como un lugar feo, inhóspito y amenazante; de ahí sus respuestas inadaptadas o manifestaciones exageradas en uno y otro caso. El «intolerantes social», con una crítica y rechazo constante hacia todas las personas que le rodean y el «vital», con un exceso de celo en la defensa de su «fortaleza amurallada», en «atacar» a «cualquiera» que se atreva a traspasar sus fronteras, porque «el mundo es un lugar feo en el que no podemos confiar».

Así, cuando comenzamos a reflexionar sobre esta cuestión, estamos dando un primer paso hacia nuestra sanación. Es posible que en los primeros momentos necesitemos hacer también un trabajo con nuestro cuerpo, es decir, incorporar un programa depurativo, que limpie nuestro organismo de toxemia acumulada, comer alimentos más puros y saludables y ayudarnos con algunas medicinas y remedios naturales, como la homeopatía, la fitoterapia y las flores de Bach, ingeridos, inhalados o en forma de pomadas para la piel.

En cualquier caso, lo que nos va a resultar ineludible es la tarea de desintoxicar unos esquemas vitales anquilosados, unos rígidos pensamientos (que no se «piensan» o razonan) sobre el mundo y todo ese dolor que, para disimular, hemos ido barriendo y escondiendo debajo de la alfombra más grande del alma: «pssshhh… que nadie se de cuenta de que el mundo me parece un lugar horrible, será mejor que lo exprese mi cuerpo…».

La terapia artística suele dar excelentes resultados en la mayoría de los cuadros alérgicos y toda su sintomatología asociada. El arte, su visión y experiencia, constituye una herramienta muy adecuada para restaurar ese sentimiento de belleza por todo lo que nos rodea, incluidas las personas.

Es una cuestión fundamental trabajar para restaurar la confianza deteriorada. Cuando poco a poco y mediante el esfuerzo terapéutico, volvemos a recuperar ese sentir que nos proporcionaba calor y seguridad en el mundo, cuando aprendemos a ver que no todo en él es una amenaza constante y que existen muchas cosas buenas que nos «hemos perdido» en aras a nuestros miedos, esquemas mentales absurdos y excesos de celo; entonces, solo entonces, podremos ir reanudando ese sentimiento de belleza por él. La oscuridad a la que nos vimos abocados y que se cernió sobre nuestro ánimo como una garra invisible, se torna un espacio diáfano, mucho más luminoso y abierto a la vida. Poco a poco, nuestro ser va comprendiendo que ya no hace falta ese exceso de celo, ese reaccionar tan exagerado, ante el mínimo toque a nuestras murallas. Un paseo por el campo en primavera o las terapéuticas caricias a nuestros animales se convierten en experiencias maravillosas, reconfortantes y plagadas de disfrute pleno.

Existen asimismo, varias flores de Bach que pueden ayudarnos con el aspecto emocional vinculado a las alergias. Las que más utilizo yo en consulta son, sobre todo: Mustard (mostaza) y Beech (haya). Mustard porque aporta y lleva luz a la oscuridad de lo «amurallado»: pensemos en la luminosidad y en ese refulgente amarillo de un campo florecido de mostaza… Y Beech proporciona sentimientos de apertura hacia el mismo lugar que ahora sentimos como una amenaza, pero sin dejar de sentirnos protegidos: imaginemos la sensación de «abrigo» que nos produce estar sentado al pie de un haya o la de pasear por un hayedo… Y cuando estamos «abiertos» (que no expuestos), igual que una flor en primavera, somos capaces de ver todos los matices que existen entre el aburrido negro y el monótono blanco; es decir, podemos ver belleza donde antes solo había intolerancia por nuestra parte.

Existen otras flores de Bach que también pueden ayudar muchísimo en un cuadro agudo o crónico de alergia. De cualquier manera, cada persona es una isla en sí misma y cada caso concreto merecerá una valoración exhaustiva. No todos los remedios funcionan igual para todo el mundo, de la misma manera que no existen dos cuadros alérgicos similares.

Autor de esta entrada: © Mar Cano. Psicóloga de  «Tu Espacio para Sanar-Psicología Alternativa», Logopeda y Escritora.

Primera imagen: gentileza de “Google Imágenes”, desconocemos su autor. Segunda imagen: gentileza de Magdeli Valdés del blog «Chaitén Vivo».
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