El Cuento de «El Helecho y el Bambú»
«Cuando sientas que vas a rendirte, piensa en por qué empezaste…»
Un día decidí darme por vencido. Renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi espiritualidad; incluso, quería renunciar a mi vida. En busca de respuestas, me dirigí al hogar del Maestro Eochid.
—¿Podrías darme una buena razón para no darme por vencido? —le interrogué sin preámbulos. Me clavó su mirada verde ambarina, sonrió y me cogió con suavidad por el hombro.
—Ven conmigo, vamos a dar un paseo por el bosque. Quiero mostrarte algo.
Mientras caminábamos, de pronto, me sorprendió con una pregunta inesperada cuando yo solo deseaba respuestas:
—Mira a tu alrededor, ¿ves el helecho y el bambú? —me inquirió con gesto sereno.
—Sí —respondí.
—Cuando don Universo sembró las semillas del helecho y el bambú, las cuidó por igual. Les dio luz, agua y las nutrió con cuidados y cariño. El helecho creció muy rápido. Su verde brillante cubría el suelo. Sin embargo, nada salió de la semilla de bambú. Pero no por ello renunció a él o lo abandonó. Al año siguiente, el helecho creció aún más denso y brillante… y la semilla de bambú seguía sin asomar… — El Maestro Eochid, sin dejar de observarme, hizo una pausa. Con un gesto contundente me indicó que tomara asiento a su lado, al pie de un lustroso olmo. Una vez cómodos, continuó con su narración:
—Pasó largo tiempo y el bambú continuaba sin brotar, pero la bondad y sabiduría de don Universo jamás depuso su entusiasmo y fe en él. Al quinto año, sin embargo, un pequeño brote despuntó de la tierra. En comparación con el helecho era, en apariencia, muy pequeño e insignificante. Seis meses después, el bambú creció a más de cien pies de altura. El arbolito, había pasado cinco años echando raíces, creciendo para adentro. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir—. Mirando una de las majestuosas ramas de aquel olmo, me escrutó, categórico—: ¿tú crees que don Universo os pondría retos en el camino que fueran imposibles de resolver o de sobrellevar?
Me quedé mirándole sin saber qué decir o qué responder. Entonces él continuó con otra pregunta, esta vez desde su espontánea calma y natural circunspección:
—¿Sabías que todo este tiempo de lucha en tu vida has estado echando raíces? Igual que don Universo confió en el bambú y no lo desechó, tampoco va a renunciar ahora a ti. No te compares con otros —añadió con severidad—. El bambú tiene un propósito diferente al del helecho; sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso… Tu tiempo llegará y ¡crecerás muy alto!
—¿Cómo de alto? —quise saber.
—¿Y cómo de alto será el bambú? —me interrogó como respuesta, continuando con su habitual práctica.
—¿Tan alto como pueda…? —indagué.
—Nunca te arrepientas de un día en tu vida —continuó el Maestro Eochid—. Los buenos días te dan felicidad, los malos te aportan experiencia; ambos son esenciales para la vida. La felicidad contribuye con tu dulzura, los intentos te dan fuerza, las penas te hacen más humano, las caídas te enseñan el valor de la humildad y el éxito colabora en tu brillo… Pero… ¡solo la Confianza en la Vida te mantendrá caminando!
Autor de esta entrada: © Mar Cano. Psicóloga de “Tu Espacio para Sanar-Psicología Alternativa”, Logopeda y Escritora.
Cuento adaptado por la © autora e inspirado en la parábola anónima de «El Helecho y el Bambú».
Imagen: gentileza de “Google Imágenes”, desconocemos su autor.
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