Es nuestro trabajo clínico, sobre todo desde el marco de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), se hace muy valioso y enriquecedor el uso de metáforas. Según Stephen R. Lankton (1983), una metáfora es una forma lingüística o figura retórica del pensamiento que hace una comparación implícita entre dos entidades diferentes. Se ha comprobado, en el contexto terapéutico, que las metáforas son un elemento esencial para que los cambios en el paciente[1] se produzcan antes y a un nivel más profundo. Las metáforas facilitan un mecanismo extraordinario para que el paciente reflexione sobre una situación concreta a partir de una idea, una historia o una posibilidad que el profesional le sugiere en el proceso terapéutico. La metáfora sustituye con gran ventaja a las sugerencias, consejos y tareas que propone el terapeuta al paciente.
El objetivo del terapeuta al emplear una metáfora consiste en establecer una relación clara entre el problema del paciente y su narrativa (la experiencia que éste nos narra) y para ello, el paciente se tiene que ver reflejado en dicha metáfora o historia y entenderla de cara a alcanzar una solución a su problema.
Una recomendación importante para ajustar la metáfora a las dificultades del paciente es tener en cuenta cómo son las experiencias privadas (eventos internos) del mismo y plantear una solución al malestar que está viviendo lo más de acorde posible con sus valores. A través de las metáforas, el paciente llega a sus propias conclusiones sin que tenga que ser dirigido directamente por el terapeuta. Sin embargo, no todas las metáforas son igual de eficaces para todos los pacientes: siempre deberíamos tratar de ajustar la metáfora a los eventos internos de la persona; es decir, que la metáfora contenga similitudes físicas con lo que el paciente experimenta.
Existen evidencias empíricas muy interesantes que van en la línea de demostrar lo anterior. Por ejemplo, el equipo de investigación del Clink Lab, en colaboración con la Universidad de Almería y el Madrid Institute of Contextual Psychology, ha publicado recientemente un estudio que avanza en esta dirección, y en el que se identificó que la inclusión de propiedades físicas comunes en las analogías provocaba un incremento del juicio sobre su idoneidad (Ruiz y Luciano, 2015).
La realización de este tipo de investigaciones es muy importante porque nos va a permitir proponer y validar algunas recomendaciones para el uso de metáforas en terapia.
En otra investigación posterior: The Role of Common Physical Properties and Augmental Functions in Metaphor Effect (“El papel de las propiedades físicas comunes y las funciones aumentativas en el efecto metáfora”); Sierra, Ruiz, Flórez, Riaño-Hernández y Luciano, 2016, se analizó el efecto de incluir propiedades físicas comunes con la experiencia de malestar del participante y establecer un contexto explícito de valor personal en el contenido de una metáfora.
A la luz de las conclusiones del estudio anterior, se indicaron algunas recomendaciones valiosas para el terapeuta:
- Incluir componentes físicos en la metáfora similares al malestar que experimenta nuestro cliente. Por ejemplo, si el cliente tiene la sensación de estar atrapado, la metáfora de El hombre en el hoyo (Hayes et al., 1999; Wilson y Luciano, 2002) podría ser especialmente útil. En cambio, si tiene ataques de pánico caracterizados por hiperventilación, la metáfora de Las arenas movedizas (Hayes et al., 1999) podría ser más adecuada por la consecuencia de hundirse. Finalmente, para un cliente con fobia social que se queda encerrado en casa para no experimentar ansiedad, La metáfora de la tortuga (Wilson y Luciano, 2002) podría resultar más útil.
- Establecer un contexto de valor personal en la metáfora que motive al cliente a hacer hueco al malestar. Muchas metáforas se utilizan para que la persona caiga en la cuenta de que, en determinadas situaciones, es mejor hacer hueco al malestar y no luchar con él. Según los resultados de este estudio, para amplificar el efecto de la metáfora, el terapeuta debería incorporar un contexto de valor explícito (por ejemplo, pidiendo al cliente que imagine las consecuencias negativas, lo que es más importante para él, en su lucha con el malestar, y que imagine las consecuencias positivas de hacerle hueco.)
Vemos, por tanto, que las conclusiones de esta investigación constituyen una valiosa ayuda para el terapeuta a la hora de ofrecer componentes físicos, o contextos de valor personal, similares a los eventos privados que el paciente tiene asociados con su malestar. Es decir, síntomas y contextos con los que pueda hacer una buena proyección que le ayude a mirar con perspectiva su situación o, como diría el budismo, a “liberarse del alfiler donde ha estado retorciéndose”. En esta ocasión, y entrando en esta metáfora, “liberarse” no se define como quitarse el alfiler (que sería el equivalente -en sentido metafórico- a los eventos privados del paciente), sino aprender a vivir con este alfiler dejando espacio al malestar, una vez que se ha abandonado el afán de “retorcerse” o de luchar contra los eventos internos que provocan ese «pensamiento» o malestar. Es decir, que el paciente aprenda a vivir con las sensaciones (el alfiler que pincha) en lugar de luchar en contra de ellas.
De la misma forma que los cuentos para los niños cumplen con una función evolutiva importante, liberando al pequeño de miedos y ansiedades a través de mecanismos proyectivos con la historia y sus personajes, las metáforas diseñadas para cada vivencia experiencial ayudan a nuestros pacientes a reconocer-identificar sus eventos privados molestos como: PNR (pensamientos negativos recurrentes, preocupación-rumia), emociones desagradables como enfado, angustia, celos, desconfianza y temor. Digamos que la metáfora es el espejo o las aguas cristalinas donde pueden verse reflejados.
Además, el hecho de incluir en la metáfora vivencias y experiencias similares a las que constituyen un problema para el paciente, nos facilita otro paso a la hora de ayudarle a enmarcar sus eventos privados problemáticos de cara al trabajo con la defusión cognitiva[2] (“YO aquí, evento allí”, “YO no soy el evento”). Es decir, ayuda al cliente a poder desvincularse de forma consciente de esa instintiva proyección que realiza cuando escucha por primera vez nuestra pequeña historia o metáfora.
Finalizo este artículo con una metáfora deliciosa de Pepa Horno Goicoechea, (2020). Pepa nos propone la sugerente imagen de un árbol para hablar de la red de apoyo, familiar o afectiva de los pacientes.
- Existen los Vínculos horizontales, las ramas del árbol: (hermanos, amigos, pareja), todos los vínculos que creamos en nuestra vida y que no les necesitamos para sobrevivir, pero que hacen nuestra vida más satisfactoria. En las ramas están las hojas, las flores…, está la vida plena. Para ser feliz hacen falta “vínculos horizontales” (“red de amor”), sentirse amado y amar.
- Y los Vínculos verticales, las raíces del árbol: aquellos que garantizaron nuestra supervivencia (figuras de apego, padres, un hermano que “hizo de padre/madre”, hijos, abuelos, familia adoptiva, una “autoridad amada”). Las raíces se crean con la crianza (no sólo es parir), cuidando y cuando nos enseñan a nombrar al mundo.
Vemos, por tanto, que la enorme utilidad del uso de metáforas estriba en que podemos ajustarlas según necesidades y contextos; y en nuestra práctica clínica constituye un valioso instrumento terapéutico para estimular en el paciente la búsqueda de significados valiosos para él y para los objetivos propios de la terapia.
Referencias bibliográficas:
- Lankton, S.R. and Lankton, C.H. (1983) The Answer Within. New York: Brunner/Mazel
- Ruiz y Luciano, (2015) Clink Lab: la Universidad de Almería&Madrid Institute of Contextual Psychology
- Sierra, Ruiz, Flórez, Riaño-Hernández y Luciano (2016) The Role of Common Physical Properties and Augmental Functions in Metaphor Effect.
- Hayes et al., (1999) Metáforas: “El hombre en el hoyo”.
- Wilson y Luciano, (2002) Metáforas: “El hombre en el hoyo”.
- Horno Goicoechea, P. (2020) Metáforas para la conciencia. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Lecturas recomendadas: 👇🏼
1) http://www.aceptacion.es/Terapia_Aceptacion-ACT/metaforas.html (Dr. José Antonio García Higuera, 2013).
Notas de la Autora:
[1] A lo largo del presente artículo se utilizarán indistintamente los términos “paciente” y “cliente”.
[2] En el trabajo de Defusión Cognitiva intentamos detectar los pensamientos y emociones (eventos internos) del cliente y verlos como hipótesis en vez de como hechos objetivos. De cara a imprimir una distancia, observarlos con perspectiva, a la hora de trabajar con ellos en terapia.
Autora de esta entrada: ©Mar Cano Montil.
Psicoterapeuta. Máster en Terapias Contextuales y de Tercera Generación: Mindfulness, Bienestar Emocional y ACT. Niñxs Altamente Sensibles. Creadora del Programa PRINEP-M: «Programa de Inteligencia Emocional Plena adaptado a la Menopausia». Escritora a tiempo parcial (demasiado parcial ;)).
Advertencia: las imágenes de esta publicación han sido extraídas del banco de imágenes de Google. Si el autor/es no estuvieran de acuerdo con su inclusión, les rogaríamos nos lo hicieran saber a la mayor brevedad: consultas@tuespacioparasanar.com. Gracias.